Un árbol, una historia, una promesa

Bajo las raíces de un árbol que guarda la memoria de nuestro padre, nació el deseo de continuar su legado con respeto y gratitud.

En el corazón de nuestra finca familiar, allí donde nuestro padre trabajó la tierra durante más de 25 años con sus manos curtidas y su alma generosa, plantamos un árbol. No era un árbol cualquiera, llevaba consigo sus cenizas, su memoria, su vida. Reunidos todos —su esposa, hijos y nietos— quisimos dejar un pedacito de él en el lugar que más amaba.

Mientras cavábamos la tierra y compartíamos lágrimas, sonrisas y recuerdos, una abeja se posó sobre el joven árbol. Revoloteó entre nosotros como si quisiera formar parte del momento, como si su presencia nos susurrara que él seguía allí, en cada rincón de la finca, en cada flor, en cada hoja.

Fue entonces cuando mi hermano y yo sentimos que debíamos hacer algo más. Que queríamos honrar su legado no solo cuidando la tierra que tanto amó, sino también sembrando un nuevo proyecto con las mismas raíces de esfuerzo, dedicación y amor por lo natural. Así nació nuestra miel: natural, artesanal y familiar.

Cada gota de esta miel encierra los valores que nuestro padre nos dejó: trabajo honesto, respeto por la naturaleza, y el amor incondicional por lo que se cultiva con las manos y con el corazón.

Porque esto no es solo miel. Es nuestra forma de seguir diciéndole: gracias. Va por ti, papá.

Hijos de la tierra, herederos del amor

Esta miel no es solo un producto; es el fruto de una vida entregada al campo y de una familia unida por algo mucho más grande.